El mundo.es publicò esta crònica de Valladolid luego de su fallecimiento:
"Seis días antes había fallecido Diana de Gales. Con unas imágenes de su gran amiga se iluminó el escenario del Estadio José Zorrilla un 6 de septiembre de 1997 para anunciar el inicio del concierto de Michael Jackson en Valladolid.
El del millón de dólares de aquella época, más de 160 millones de las extintas pesetas, la moneda que aún funcionaba. 7.000 pesetas fue el conste de la entrada; 20.000 se vendieron.
Por tanto, 20.000 personas para ver en directo al 'Rey del pop'. Sobre todo para ver. Sólo en las primeras filas a pie de escenario, un par de miles, pongamos, se gritaba, aplaudía, algunos/as se desamayaban, vivían el concierto, se entregaban a Michael al que habían esperado durante tres o cuatro días a las puertas del Estadio.
El José Zorrilla albergaba su primer concierto de la era-mandato Javier León de la Riva (y su 'factotum' Alberto Gutiérrez) a lo gran capital con una de las grandes estrellas de la música pop.
Tardó un poco, el Ayuntamiento, en volver a usar este escenario, dado el tembleque, es un decir, por las pérdidas que ocasionó pagar esa cifra a Jackson e intermediarios.
Después vendrían, y vendrán, Luis Miguel, Valladolid Latino, el fallido de los Rolling, el fracaso de Julio Iglesias, Depeche Mode, Springsteen...
Fue una noche fría de septiembre, de temperatura y de respuesta del público, salvo el calor de aquellos fans. Un vacío se abría entre ellos, junto al escenario, y los de las gradas (José María Íñigo, Ana Obregón, entre los vips). Vacío era lo que empezaba a engullir al pequeño de la familia Jackson. Pero aún navegaba entre las estrellas, evitando el agujero negro, el horizonte de oscuros sucesos que estaban por llegar.
Así, atravesando el espacio en una nave espacial aparecía él, pero en pantalla. Decir video-clips es decir Michael Jackson. Otro mérito suyo, el éxito de este género-formato.
Y de las pantallas saltó al escenario del Zorrilla, surgiendo de un cohete como un forastero en tierra extraña (traje espacial plateado).
Comenzó el show de 'Jacko', el de su última gran gira, que se cerraba en esta ciudad, tras cancelar otro en Barcelona. Valladolid punto y final, cementerio para viejas glorias. Mucho le falta a la ciudad para ser primera parada de grandes actuaciones.
El montaje escénico que trajo aquí Jackson era como ver La guerra de las galaxias 20 años después. Pasado de moda. No tanto como su repertorio que aún aguantaba, con los Thriller, Billie Jean, Beat i, Wana be starting something, Black or white, sonando junto a otros más actuales, entre ellos los del más que interesante disco Blood on the dance floor, con el que Jackson se ponía el día, tomaba el rumbo musical adecuado, el natural, el de la música house.
Su enorme calidad interpretativa le hará perdurar, con los Sinatra y Elvis. En Valladolid poco se pudo degustar, los ojos se imponían a los oídos ("Pero si no tiene culo". No se me olvida este 'comentario' en boca de unas chicas).
Michael mostró todos sus pasos de baile, sus coreografías, y eso alegró la vista. Fue un repaso a su HIStory. Sacó a alguien del público al escenario, sacó a los niños (We are the world), las banderas, el tanque, los fuegos artificiales. Sólo dijo I love you, al comenzar, a los allí presentes.
Tuvo algo de triste, como la noticia de su fallecimiento, aquel concierto. Decepcionante para otros, los menos fans, los menos mirones, los menos chismosos (engendro se le ha llamado, entre otras despectivas lindezas). Triste por el vacío, por la falta de calor humano reinante en el José Zorrilla, por lo lejano y pequeño que parecía Michael Jackson sobre el escenario. Como el Aloha, de Elvis. Valladolid no es Hawai, pero como que cumplió parecido papel. Vino gente de toda España y Europa.
"Es la fantasía real", dijeron dos fans (Maite y Angélica) a este periódico, mientras hacían guardia para entrar al concierto de aquel chico que nació en 'Sin city' ('La ciudad del pecado': Gary, Indiana), conquistó el mundo con sus canciones, sus video-clips y su talento incuestionable. Tal vez ahora pueda residir en el país de Oz, no como el espantapájaros que interpretó en la versión de 1978 dirigida por Sydney Lumet. Y descanse en paz."
"Seis días antes había fallecido Diana de Gales. Con unas imágenes de su gran amiga se iluminó el escenario del Estadio José Zorrilla un 6 de septiembre de 1997 para anunciar el inicio del concierto de Michael Jackson en Valladolid.
El del millón de dólares de aquella época, más de 160 millones de las extintas pesetas, la moneda que aún funcionaba. 7.000 pesetas fue el conste de la entrada; 20.000 se vendieron.
Por tanto, 20.000 personas para ver en directo al 'Rey del pop'. Sobre todo para ver. Sólo en las primeras filas a pie de escenario, un par de miles, pongamos, se gritaba, aplaudía, algunos/as se desamayaban, vivían el concierto, se entregaban a Michael al que habían esperado durante tres o cuatro días a las puertas del Estadio.
El José Zorrilla albergaba su primer concierto de la era-mandato Javier León de la Riva (y su 'factotum' Alberto Gutiérrez) a lo gran capital con una de las grandes estrellas de la música pop.
Tardó un poco, el Ayuntamiento, en volver a usar este escenario, dado el tembleque, es un decir, por las pérdidas que ocasionó pagar esa cifra a Jackson e intermediarios.
Después vendrían, y vendrán, Luis Miguel, Valladolid Latino, el fallido de los Rolling, el fracaso de Julio Iglesias, Depeche Mode, Springsteen...
Fue una noche fría de septiembre, de temperatura y de respuesta del público, salvo el calor de aquellos fans. Un vacío se abría entre ellos, junto al escenario, y los de las gradas (José María Íñigo, Ana Obregón, entre los vips). Vacío era lo que empezaba a engullir al pequeño de la familia Jackson. Pero aún navegaba entre las estrellas, evitando el agujero negro, el horizonte de oscuros sucesos que estaban por llegar.
Así, atravesando el espacio en una nave espacial aparecía él, pero en pantalla. Decir video-clips es decir Michael Jackson. Otro mérito suyo, el éxito de este género-formato.
Y de las pantallas saltó al escenario del Zorrilla, surgiendo de un cohete como un forastero en tierra extraña (traje espacial plateado).
Comenzó el show de 'Jacko', el de su última gran gira, que se cerraba en esta ciudad, tras cancelar otro en Barcelona. Valladolid punto y final, cementerio para viejas glorias. Mucho le falta a la ciudad para ser primera parada de grandes actuaciones.
El montaje escénico que trajo aquí Jackson era como ver La guerra de las galaxias 20 años después. Pasado de moda. No tanto como su repertorio que aún aguantaba, con los Thriller, Billie Jean, Beat i, Wana be starting something, Black or white, sonando junto a otros más actuales, entre ellos los del más que interesante disco Blood on the dance floor, con el que Jackson se ponía el día, tomaba el rumbo musical adecuado, el natural, el de la música house.
Su enorme calidad interpretativa le hará perdurar, con los Sinatra y Elvis. En Valladolid poco se pudo degustar, los ojos se imponían a los oídos ("Pero si no tiene culo". No se me olvida este 'comentario' en boca de unas chicas).
Michael mostró todos sus pasos de baile, sus coreografías, y eso alegró la vista. Fue un repaso a su HIStory. Sacó a alguien del público al escenario, sacó a los niños (We are the world), las banderas, el tanque, los fuegos artificiales. Sólo dijo I love you, al comenzar, a los allí presentes.
Tuvo algo de triste, como la noticia de su fallecimiento, aquel concierto. Decepcionante para otros, los menos fans, los menos mirones, los menos chismosos (engendro se le ha llamado, entre otras despectivas lindezas). Triste por el vacío, por la falta de calor humano reinante en el José Zorrilla, por lo lejano y pequeño que parecía Michael Jackson sobre el escenario. Como el Aloha, de Elvis. Valladolid no es Hawai, pero como que cumplió parecido papel. Vino gente de toda España y Europa.
"Es la fantasía real", dijeron dos fans (Maite y Angélica) a este periódico, mientras hacían guardia para entrar al concierto de aquel chico que nació en 'Sin city' ('La ciudad del pecado': Gary, Indiana), conquistó el mundo con sus canciones, sus video-clips y su talento incuestionable. Tal vez ahora pueda residir en el país de Oz, no como el espantapájaros que interpretó en la versión de 1978 dirigida por Sydney Lumet. Y descanse en paz."