Parece mentira que han pasado ya dos semanas desde el último día de seminario y he vuelto por aquí a releer las crónicas para tratar de recordar cosas que ya se van olvidando.
A pesar de que yo sí quise tomar notas de todo lo que íbamos escuchando y viendo, no contaba con dos factores: La escasa luz que teníamos, algo que por un lado era necesario para poder ver bien las imágenes en la pantalla y dar un ambiente más íntimo y cálido a la reunión (al poco rato olvidabas que estabas en un estudio profesional y parecía que estábamos en el salón de la casa de Brad escuchándole embobados).
El otro factor era la emoción que iba creciendo y me impedía pararme a escribir. Pensaba, ya me las arreglaré luego cuando llegue al hotel para tratar de descifrar las pocas palabras que he escrito a oscuras y rellenar con todo lo que vaya recordando. Cuando a la noche miraba el pequeño diario y veía lo que allí había escrito, ríete tú de esas notas manuscritas ininteligibles que dejaba Michael por todos lados….
Pero gracias a esta estupenda crónica de D. S. (me gustaría saber si apareces en la foto del sábado para ponerte cara, igual nos saludamos y todo
) he podido recordar muchas más cosas y añadirlas a las que ya tengo escritas.
Ahora, con el paso de los días, me vienen a la cabeza más anécdotas pequeñas, detalles insignificantes y divertidos, pero que marcan la diferencia entre lo que podría haber sido un seminario musical formal y profesional, que también lo fue, y una reunión casi entre amigos para recordar a una persona tan especial en el ambiente en el que más seguro de sí mismo, más confiado y más natural podía sentirse, que es el estudio de grabación. Y en su casa.
Personalmente me siento tan privilegiada y tan agradecida de haber podido estar en los tres seminarios que no quise ponerles ni un pero, ni una falta… sin embargo recuerdo que comentamos ya el viernes que tal vez la primera parte dedicada a la casa, a Neverland, podría ser más corta, debería ser más corta para dejar más espacio a la música, al estudio de grabación, que es donde todos queríamos estar más tiempo, aunque fuera con la imaginación.
Seguramente al ser una parte nueva en estos seminarios le falta ‘rodaje’ y necesite una remodelación, seguramente en los próximos la va a recortar y mejorar…
Pero hay anécdotas de Neverland que son inolvidables, y a pesar de que leídas no es igual que escucharlas en vivo, ni remotamente, voy a contar alguna que apunté en mis (ininteligibles) notas.
Una cosa antes: Brad es un gran narrador de historias. Desde que empezó a compartir muchas de ellas en su página pensé que debía ser una gozada escucharlas en vivo, y no me equivoqué. Creo que gran parte del éxito de sus seminarios está en su modo de contar las historias, en la forma en que nos va llevando por ellas, de tal modo que hace que las recrees muy vivamente en tu imaginación.
El modo en que describió su ‘triunfal’ primera visita al rancho, todo contento y entusiasmado con la cinta que llevaba grabada para Michael con la música que quería que sonara en las puertas de entrada de Neverland, las famosas puertas doradas.
Michael le había pedido que preparara una grabación con temas muy movidos, ‘que sacudieran el autobús de sus invitados cuando llegaran al parque’. Brad iba muy contento con el mix que había preparado con canciones como Beat It, Smooth Criminal, Black or White… Michael le recibió ante las puertas ornamentadas, llegó en su carrito de golf vestido de forma casual, como siempre, algo despeinado, pantalón de pijama y con su sombrero puesto.
Enseguida que empezó a sonar la música, Michael comenzó a bailar delante de Brad, ofreciéndole un miniconcierto privado de unos 8 minutos para él solo. Cuando terminó la música, exhausto, le dijo a Brad: ‘Me encanta! Fabuloso! Muchas gracias Brad! …. Pero esto no es lo que vamos a poner.
-¿Por qué, Michael?, le preguntó Brad asombrado, porque estaba seguro de que el mix era buenísimo…
-Porque me da vergüenza… le contestó Michael, que no quería ‘obligar’ a sus invitados a escuchar su propia música en su casa.
-Y entonces, ¿qué quieres que escuchen?
Y Michael le pone una canción. Brad nos la pone a nosotros también y suena una melodía y una voz masculina cantando con melancolía ‘Danny boy’.
-Nooo! Michael , nooo! ¡¡¡Esa es una canción de funerales!!!
[Y aquí Brad puso unas caras que nos hizo reír a carcajadas a todos imaginando la escena].
-Sí, pero es tan bonita… (y lo cuenta con esa vocecita que ya todos conocemos, y que Brad nos aclaró desde un principio que no era por burlarse de Michael en absoluto, sino que le salía tal cual la recordaba en su mente).
Y, por supuesto, como en la mayoría de las ocasiones, aunque no todas, Michael se salió con la suya, y tooodos los días, al abrirse esa puerta, se escuchaba ‘Danny Boy’, para deleite de los invitados y los sufridos jardineros, que pedían a gritos ¡¡¡que pare esa músicaaa!!! cada vez que Michael salía del rancho.:jajaja:
Brad no sólo contaba la historia, la representaba además poniendo caras, gestos, y no olvidemos que Laura lo iba traduciendo al mismo tiempo, poniendo caras y gestos también y haciéndonos reír dos veces. La buenísima coordinación entre ambos fue otro éxito más del seminario para conseguir no sólo no hacer tediosa la traducción, sino hacerla amena y casi desapercibida. Todo un éxito tuyo, Laura.
A veces, Brad se ‘empeñaba’ en practicar su español – tres años de estudios en la escuela para ‘esto’, nos decía con mucha gracia- y en sus descripciones usaba la palabra gigante. Ahora imagínenselo tratando de pronunciar esos dos sonidos de la -g- diferentes, uno detrás de otro. No dio una en los tres días. Laura le aconsejaba: Brad, usa mejor ‘grande’, pero ni caso. Él seguía diciendo gijante, yigante…
Brad es una persona elocuente en su modo de hablar de Michael, sus expresiones, sus gestos, su voz a veces quebrada y sus silencios en los momentos justos, para mí dicen más que muchas palabras. Me han comentado que esperaban más descripciones de cómo era Michael a nivel más personal, mas de amigo, alguna anécdota que nos dijera algo más de él, siendo como fueron amigos durante tantos años. Me dio la sensación de ser una persona pudorosa a la hora de hablar de Michael, tratando su amistad con lealtad y dejando claro en varias ocasiones que no quería adjudicarse el título de amigo íntimo.
En uno de los seminarios contó una pequeña anécdota que dice mucho de Michael con muy pocas palabras.
Uno de los días que estaba Brad en Neverland trabajando se encontraba también allí en el parque otro amigo llamado Brick por asuntos de trabajo, pero había llevado a sus dos hijos, de unos 8 y 10 años. En un momento determinado se dio cuenta de que no los tenía a la vista, y aunque el rancho era un lugar seguro, se fue a buscarlos. Al llegar al poblado indio vio luz en una de las tiendas y se acercó a mirar. Cuando la abrió, se encontró a Michael sentado, con una linterna en la mano apuntando a una biblia infantil que les estaba leyendo a los dos niños, sentados a su lado.
Ese era Michael.
Nos marchamos de Neverland entre nostálgicos y expectantes, porque sabíamos que nos íbamos al estudio de grabación, y se acercaba el momento de escuchar la música y la voz pura, sólo su voz, de Michael.
Ya lo han descrito los demás, pero sólo escuchar su voz sin más acompañamientos, con esa pureza de sonido y a ese volumen, sobre todo el viernes, que fue cuando pudimos escucharlo al máximo y retumbaba el estudio entero, ya valió la pena el seminario, el viaje, el precio y todos los inconvenientes para llegar hasta allí.
Desgraciadamente los vecinos del edificio se quejaron del sonido tan alto y el sábado y domingo hubo que bajarlo un poco. A mi no me hubiera importado volverme a casa un poco más sorda con tal de haberlo escuchado como a Michael le gustaba, pero los vecinos no opinaban lo mismo.
Brad nos pidió que echáramos mano de la imaginación y, viendo una foto del estudio, nos imagináramos a Michael por allí, con Seth Riggs, haciendo ejercicios vocales durante dos horas, mientras Brad preparaba los micros, el agua Evian hirviendo para Michael, limpiando sus auriculares llenos de gomina para el pelo y apartando cables, todo ello pasando por delante y por detrás de Michael, intentando no estorbar demasiado, mientras éste se pasaba el rato moviéndose sin parar haciendo el moonwalk en círculos encima de la tarima de madera, mientras cantaba los ejercicios que le decía Seth.
En la época en la que grabaron Monkey Business, Brad se encargaba de transcribir las letras de las canciones y ésta en concreto le tenía completamente mareado, porque por más que la escuchaba no conseguía entender nada. Así que llamó a Michael para que se acercara a leer lo que había escrito y le dijera qué demonios quería decir con esa letra y si lo había escrito bien. Michael sólo se tronchaba de risa.
Nos quedamos sin saber qué quiso decir con ella, pero a mí me da igual. Esta es una de mis canciones favoritas y escucharla a todo volumen no tiene precio.
La historia de Keep the Faith fue uno de esos momentos emotivos al máximo del seminario, a todos se nos saltaron las lágrimas y nos puso la piel de gallina… Y esto me lleva a las alitas de pollo picantes.
Cuando ya llevaban varios años de trabajo en el estudio, todos estaban un poco hartos de comida de restaurante, por muy buena que fuera, y decidieron cocinar en la cocina del estudio comida casera. A Brad le gustaba cocinar y empezó a hacer experimentos con los condimentos para las alitas de pollo, para hacerlas lo más picantes posible. A Michael le encantaban cuanto más picantes mejor, y mientras a los demás les ardía la boca nada más acercárselas a los labios, él se las comía encantado sin el menor problema.
Un detalle divertido: En el seminario del sábado tuvimos 45 minutos para comer y durante todo ese tiempo, RTVE aprovechó para hacer una entrevista a Brad, que después se editó para dejarla en apenas un minuto en antena. Nos pidió que le compráramos algo sencillo para comer, un sandwich de pollo, ensalada… y se me ocurrió que tenía que probar el jamón ibérico, así que le llevamos dos bandejitas que eran un bocado apenas. Pues casi a las 5 de la tarde y mientras nos dejaba escuchando una canción de apenas 7 minutos, salió y se comió una de ellas a toda prisa, volvió y siguió hasta las 7 de la tarde, y creo que eso fue lo que comió en todo el día, con tal de no quitar tiempo al seminario. Eso sí, el jamón le encantó.
Otra historia que nos contó como ejemplo del carácter sencillo de Michael es la ya conocida del día en que se le cayó el biombo encima mientras cantaba Dangerous. Todos hemos escuchado el sonido al comienzo y su grito ahogado. Detrás del cristal de la sala de control se encontraban Brad y Bill Bottrell, y ninguno de los dos sabía qué pasaba, por qué Michael no empezaba a cantar, ya que siempre cantaba con la luz apagada y no podían ver nada al otro lado. Unos minutos después, se levantó Brad y fue a ver. Cuando abre la puerta se encuentra el biombo en el suelo, y asomando, los brazos y la cabeza de Michael, riendo a carcajadas.
-¿Qué haces, Michael? ¿qué ha pasado??
-Se me ha caído encima, lo siento, le dijo riendo.
Nos contaba que no sólo no le dio importancia, sino que continuaron la grabación, pero como no dejaba de tocarse la cabeza y le había salido un chichón, lo llevó él mismo en su coche al médico, que le dio un par de días de descanso. De haber sido otro ‘famosete’ habría puesto una demanda al estudio por daños y perjuicios, pero Michael no era de ese tipo de gente.
Aprende, ‘Justin –ptffff- Bieber’. (Esto lo repitió más de una vez. Parece que muy fan no es…
)
A la pregunta de lo que sintió la primera vez que vio a Michael actuar en directo en el escenario:
Fue en el Madison Square Garden durante el BAD Tour. Fue invitado a ver el concierto desde un lado del escenario, a pocos metros de Michael. Cuando le vio aparecer ante un publico de miles de espectadores no le reconocía. ¿Quien es este chico? Se preguntaba. No podía creer que el Michael tímido y sencillo que conocía se convirtiera en ese prodigio de fuerza y potencia en el escenario. Eran dos personas completamente diferentes.
Alguien le preguntó a Brad:
¿Qué era lo que más te gustaba de Neverland?
-Michael.
Lo mejor de Neverland era Michael, cuando él estaba por allí. Sin él, Neverland era un lugar vacío.
Michael tenía presencia. Le notabas cuando estaba cerca, en el estudio, en una habitación, sentías su presencia, su carisma. Incluso aunque no le vieras, al entrar en el rancho sabías si estaba por allí.
¿Qué más se puede añadir?