Mis reflexiones politológicas al albur de los acontecimientos posteriores al 20-D
Buenos días,
He aquí mi alud de impresiones, conforme iban sucediéndose en las últimas jornadas novedades relativas a las posibilidades de acuerdo entre el Partido Socialista y Podemos, en aras de una suma que, aun resultando aritméticamente insuficiente al no comprender los 176 escaños mágicos valederos para la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, sí permitiría albergar un ciclo de alternancia en la vida política española y una cierta correspondencia con las preferencias mayoritarias de la sociedad española, tal y como apuntan los sondeos y encuestas de opinión, como la última recogida por Metroscopia. Mi enhorabuena anticipada a Antho1o, pues ha expresado en las últimas entradas en términos sumamente precisos cuanto yo también opino en lo tocante a las materias sobre las que se ha pronunciado. He aquí, con todo respeto para quienes disientan conmigo, mis aportaciones personales:
24 de enero; Permanecía encallado el tempo político en España, tres semanas con posterioridad a las elecciones de moraleja resultante más desconcertante vislumbradas en nuestra retina, en medio del fragor de las negociaciones entre las fuerzas con representación parlamentaria en aras de la conformación de la Mesa del Congreso de los Diputados, así como la exigencia, como línea roja infranqueable, de las listas de confluencia gestadas en torno a Podemos, de ver reconocido el derecho a la autodeterminación de los pueblos que componen nuestra realidad social tan plural y diversa, plasmada a través de la concesión, mediante el principio del reconocimiento, de grupos propios a En Comú Podem, En Marea y Compromís-Podemos.
Cuando, tras la elección de Patxi López como Presidente de la Cámara Baja amén de la cesión, por parte del PSOE, del control, por mayoría absoluta (cinco frente a cuatro, de los nueve en total) de PP y Ciudadanos del órgano responsable de la fijación del orden del día a sustanciar en el Pleno, y mientras los socialistas, en plena Ejecutiva Federal reunida a fin de analizar los resultados del 20-D, imponiendo duras condiciones a su Secretario General, rayanas en la impracticabilidad de acuerdos con partidos parcialmente hermanados ideológicamente -en teoría-, como Podemos, en pos de, tal y como vergonzantemente y con escasa sutileza se emitiría, hacerle la cama como sultanes advenedizos a la causa Susanista, con ecos de susurro provenientes de Despeñaperros, sostenían la incompatibilidad de tejer lazos de compromiso "con quienes desean romper España", al mismo tiempo y simultáneamente, con descarnado cinismo, cedían dos asientos en el Senado, respectivamente, para Democracia i Llibertad y Esquerra Republicana (que sí plantean la secesión de Catalunya respecto del Estado español), parecía que la clave de bóveda del desbloqueo del proceso aquí considerado dependería de la renuncia, por parte de Pablo Iglesias y los suyos, de tal aspiración -clave en su rutilante éxito en las CCAA históricas- ex profeso de facilitar una entente cordial de centro-izquierda, en la que el PSOE controlaría la iniciativa y la situación en términos de comunicación política, al plantearse la siguiente disyuntiva (sumamente empleada en el pasado en Ferraz con Izquierda Unida y con todo aquél que osara respaldar, con su apoyo externo o en ejecutivos de coalición, al ente fundado en 1879): de asistirse a un principio de acuerdo, el rédito electoral recaería en manos de los socialistas, al punto de ser catalogado Pablo Iglesias de traidor e incumplidor de una promesa basal a ojos vista de los ciudadanos catalanes que, crédulamente, creyeron como voto útil para la redefinición de unas relaciones entre el centro y la periferia fundadas en el respeto mutuo a la diversidad dentro de la unidad, con visos de seguridad jurídica y legalidad. Y de mediar el fracaso que aupara al Partido Popular a reeditar mandato por descarte, descargar (con la Brunete mediática socialista, con El Intermedio a la cabeza, El País o Canal Sur como paladines más granados de tal corriente de opinión) sobre Podemos el estigma de haber permitido, con su "torpeza" -sólo así justifican los hombres de orden o los exentos del clarificador bien lumínico del entendimiento, el honor resultante de la palabra dada, por contrato social, del representante al ciudadano al que se ha dirigido en la campaña electoral, pues ellos ya se han acostrumbrado, al ser portadores de atributos zoomórficos tales como los del camaleón, de donde dije digo, digo diego, sin rémora ni penalización social, o moral, alguna. Paradigmas del hábito y la costumbre, que convierten lo desgarrador y lo insólito en mundanamente cotidiano, e inocuo para las conciencias y las almas- que la derecha prosiga infligiendo un daño irreparable al bien común, como si los socialistas, desde su conversión al social-liberalismo, no hubieran aportado su particular granito de arena a la gestación del gran monstruo neoliberal que ha comprometido la vida, la reputación, la dignidad y la esperanza de millones de ciudadanos en nuestro país, hasta alcanzar tintes trágicos sumamente próximos a los de cualquier pieza literaria compuesta por el infalible y certero Valle-Inclán.
En fin, en resumidas cuentas: el debate político se hallaba enfrascado en tales lides, hasta que en la noche del viernes, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en un alarde de brillantez e ingenio que hasta sus más enconados detractores deberán reconocer y admitir sin argucias de ninguna índole, ha reconfigurado la dimensión de los acontecimientos, hasta alterar las impresiones tan largamente asentadas en la mente de la opinión pública, conviniendo lo siguiente: ¿que el derecho a decidir constituía en sí un obstáculo, y que una parte de la izquierda sociológica española me reprochaba el hecho de anteponer criterios de cariz territorial, en detrimento de la cuestión social -como si ambos desafíos no debieran ser resueltos en tiempo y forma, con igual contundencia y acierto, algo que la izquierda suele fácilmente ignorar- y por el PSOE alegaba su negativa a un gobierno progresista, a la usanza del portugués? Muy bien: gobierno de coalición con los socialistas, Podemos e IU, reclamando una Vicepresidencia para servidor de mí, y con una hoja de ruta sobre proyectos coincidentes en que lo social ocupe un primer plano.
Alberto Garzón, tras el conocimiento de la sugerencia, aun con matices, se abrió, expectante, a tal iniciativa, sin objeción alguna. Pero... ¿cómo han reaccionado los "socialistas" tras un anuncio que les ha captado de improviso sin capacidad de réplica, ni de respuesta a una avalancha que les ha dejado petrificados, y sin mecanismo de rehabilitación? ¡Matando al mensajero! Al parecer, algunos especímenes han recobrado vida. Rubalcaba, Jordi Sevilla (fiel alumno de la doctrina neoliberal que ya puso en práctica en los gobiernos de Zapatero, deseando repetir tal experiencia en los años venideros, con Sánchez, pues sarna con gusto no pica, y máxime si la padecen otros que no sean uno mismo) y ¡¡¡Madina!!! -el mirlo blanco de la 'izquierda', según muchos que, muy seguramente, se habrán sentido decepcionados- acusando a Iglesias de chantajear al PSOE y calificando tal maniobra de inaceptable e indigna. Leyendo la rúbrica de Alfredo Pérez Rubalcaba en su perfil en una conocida red social no podía conferir crédito a cuanto bullía en mi cabeza, conforme recitaba en su tenor literal expresiones tales como la de una España erigida en 'una nación de ciudadanos libres e iguales'. Yo me traslado a mí mismo la siguiente cuestión (y la hago saber a ustedes): ¿ésas no eran las expresiones idénticas que empleaba el señor Rajoy en sus años de oposición, mientras exhortaba a la opinión públcia en su recogida de firmas, a suscribir su petición de negativa a la aprobación del Estatuto de Autonomía para Catalunya en el año 2006? ¿Ha pasado a engrosar el PSOE su adhesión al Lado Oscuro de la Fuerza? ¿O no ha supuesto más que una simple constatación del lugar que siempre le ha correspondido ocupar, y que no ha sino disimulado extremadamente de forma ejemplar durante, quizá, demasiados años, para quienes habían depositado su confianza en un proyecto de alcance transformador y progresista para España?
El mensaje hoy deparado ha resultado diáfanamente contundente. Más claro, agua: al PSOE se le ha desenmascarado la carátula que tan hábilmente ha conllevado sosteniendo desde el principio de los tiempos de la Transición. En su voluntad política, no se contempla un gobierno de izquierdas. Con o sin derecho a la autodeterminación. Que los españoles extraigan sus conclusiones, y anoten las revelaciones de un capítulo tan extravagante, como grotesco de presenciar sin rubor ni recato alguno.
Y prepárense para la jornada de mañana: los medios de comunicación ya han anunciado -palabra del Señor; te rogamos, ¡óyenos!- la respuesta de Felipe González en una columna de opinión en uno de los rotativos de mayor tirada en ejemplares en términos editoriales de nuestro país. Prepárense para reír.
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25 de enero; César Luena, secretario de Organización del PSOE, en la mañana del lunes: "La preferencia del PSOE, si le llega el momento de intentar formar un Ejecutivo, es hacerlo en solitario".
He aquí otra vívida y preclara muestra del síndrome de Estocolmo del que hace gala una gran y nutrida proporción de nuestra clase política, cuyo máximo grado de cercanía y aproximación con la España real estriba en la calle de la Plaza de las Cortes, en Madrid, desde la que se predisponen -aquéllos que no incurren en ello a través de vehículo oficial- sus señorías a adentrarse, yendo a pie, en los mentideros del Congreso de los Diputados, prestos y diligentes a la ración matutina y vespertina (antes y después de los Plenos, o bien, en el transcurso de los mismos) de una buena y reparadora taza de café en la cafetería instalada ex profeso para tan magna ocasión (al menos, hemos avanzado en algún aspecto: hasta no hace mucho, se servían ejemplares de destilería con cargo al erario público, sin mediar brizna de turbación en nuestros legítimos y doctos representantes). Algo es algo.
Pero yo le comprendo. Han vivido tan confortablemente en pulcritud, exentos de ruedas de prensa incómodas, contrapesos en la aritmética parlamentaria capaces de comprometer la continuidad de un poder tan goloso, como omnímodo -mediante Reales-Decretos-, legislando en la mayoría de las ocasiones contra el grueso de las capas populares, en pleno maridaje entre el mundo de las políticas y el de las finanzas (que al fin y al cabo, éstas últimas controlan los resortes de la opinión pubicada y no debemos enemistarnos con quienes han financiado, en parte, vía Fundaciones y/o think-thanks de nuestro partido, las campañas electorales con las que hemos consolidado una carrera política dilatada en el tiempo (que no en rendimiento, al servicio del interés general frente a la usura de los depredadores que han puesto en solfa la soberanía del Estado frente a quienes han dinamitado las reglas de convivencia en pos de la avaricia depredadora, dañando en el camino la reputación de las instituciones, su legitimidad y credibilidad, su operatividad social y, finalmente, la vida de muchos quienes han perecido, si cabe, a resultas de años de austericidio provocado, sin ningún atisbo de responsabilidad política de los mandamases que, en muchos casos, prosiguen, imperturbablemente, en sus designios, como si nada hubiera acontecido al respecto, allende nuestras fronteras o en el interior de ellas).
Y, evidentemente, cuesta digerir la nueva situación política. En su fuero interno, Luena se retoza soñando en la posibilidad idílica de aquellos Gobiernos monocolores que la Ley d'Hondt (o, más certeramente, el tamaño de las circunscripciones, en número de diputados) posibilitaba como gran aliada, que nos han acompañado infatigablemente, sin aminorar el ademán, durante todos estos años, hasta, prácticamente, ayer mismo. ¡Y qué bien se vivía en tan idílica Arcadia feliz! ¿Verdad, señor Luena?
Pero, como bien sostuvo el irrepetible Calderón de la Barca en su 'Monólogo de Segismundo', 'los sueños..., sueños son'.
Así que..., continúe soñando, señor Luena. Porque soñar es gratis. Ojalá algún día se haga patente realidad el aforismo del gran Antonio Machado, cuando afirmaba lo siguiente: "tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar".
¿Despertará la España oficial de su eterna ensoñación?
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26 de enero; Gravísima resolución por parte de la Mesa del Congreso de los Diputados, inédita en nuestro sistema parlamentario desde 1977, aprobada, en parte, gracias a la mayoría absoluta de la que disfrutan el PP y C's -con la connivencia del PSOE; una de sus vocales, Micaela Navarro, ha secundado la iniciativa conservadora-. Podemos, aun siendo la tercera fuerza en votos y escaños, copará la bancada más inaccesible e invisibilizada del edificio, la situada en la parte superior, con lo cual, el impacto mediático de sus intervenciones (preguntas e interpelaciones de sus diputados a los ministros de turno, o al propio Presidente del Gobierno) se verá severamente mitigado hasta la nulidad más absoluta.
Una decisión sin precedentes aun en nuestro país, y que evidencia dos realidades insoslayables: el temor paralizante del establishment hacia la izquierda alternativa surgida del 15-M y que amenaza con rebatir el discurso oficial de unas élites políticas, económicas y creadoras de opinión hasta entonces incuestionado, bajo el mantra de la "modélica" Transición fundada en el consenso, que no fue en realidad tal; y la inexistente disposición, por parte de los socialistas, de avenirse a un entendimiento con partidos aparentemente no disímiles que han recogido, paradójicamente, el descontento de quienes formaban, hasta no mucho tiempo atrás, una parte sustantiva de su base social y electoral.
Pareciera, por tanto, como si el PSOE estuviera manifestando un mayor interés y aliciente en la defensa numantina de sus posiciones de poder en un sistema político en almoneda (en clave personal, en cada uno de sus dirigentes, en su terror al vacío hacia lo desconocido e inexplorado -recuerden que toda reforma integral de un ordenamiento jurídico-constitucional se traduce, consecuentemente, en una cierta pérdida de privilegios de quienes lo ostentaban en el régimen preexistente, acuciantemente necesitado de reestructuración en sus cimientos, por aluminosis-), que en la estricta observancia, por una simple cuestión de coherencia y honestidad política, de sus inclinaciones ideológicas y principios, o de aquéllos que, teóricamente, se debieran defender y esgrimir ante la ciudadanía, como parte consustancial al contrato social rousseauniano que debiera sellarse entre los representantes legítimos y sus representados.
Pero de tal virtud expresada el PSOE no ha ejercido alarde, en la congruencia entre la praxis teórica de su discurso y la ejecución implementada de sus acciones conllevadas a la práctica, desde tiempo inmemorial, ¿no creen?
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27 de enero; confirmado: Felipe González, en declaraciones recogidas por Telecinco, y otorgando plasmación real a los indicios que barrunté días atrás, ha reconocido su deseo de ver materializada una suma de fuerzas entre el PP y Ciudadanos en pos de la gobernabilidad de España, con la abstención del Partido Socialista. Todo ello, en su creencia de que Mariano Rajoy se mostraría más manejable y dúctil a merced de la oposición parlamentaria (ante su más que frágil mayoría raquítica de ciento veintitrés diputados), redundando en provecho de la artillería de los socialistas ante un Gobierno endeble y sin apenas respaldo social, en aras de una cita ante las urnas en unos años, de no liquidarse íntegramente la legislatura en cuestión.
Alega su suspicacia personal ante una coalición entre PSOE y Podemos (con o sin Izquierda Unida-Unidad Popular) en que el propósito del segundo actor aquí considerado no estriba necesariamente en inaugurar una etapa fundada en el entendimiento y la cooperación con los socialistas en las facetas de responsabilidad institucional ínsitas al desempeño de áreas de gobierno conjuntamente delimitadas y pautadas conforme a un programa de investidura, sino de desgastarlo públicamente para, a la postre, rebasarlo en próximos comicios como principal fuerza de la izquierda española.
Pero ignora el señor González una evidencia demencialmente inequívoca y palmariamente tangible a través de la observación resultante de los hechos consumados: si el PSOE no se hubiera entregado al dogma de la Tercera Vía blairista y abrazado acríticamente el pensamiento económico neoliberal; si los socialistas no hubieran terminado asimilando la desigualdad sistémica como una pauta connatural y espontánea de la existencia, tal y como predica el liberalismo económico de la 'mano invisible del mercado', desde los tiempos de Bacon, Adam Smith y David Ricardo, y no como expresión de la lucha de clases como principal motor de nuestra historia -abandonando consigo la tradición socialista-; si el PSOE no hubiera reaccionado como un sonámbulo a los primeros indicios de expulsión masiva de damnificados por la crisis política, económica y de valores del sistema, blindando las compuertas de una estructura de poder político, financiero y cultural cada vez más impermeable a la transformación radical que la extraordinaria ineludibilidad de los tiempos demanda; si no hubiera renunciado a la política del reconocimiento, de explicación de la tergiversada historia de nuestro país tras ochenta años de silencio y mentiras veladas reproducidas por los herederos sucesores en lo genealógico de quienes se impusieron por la fuerza de las armas cerrando las heridas que prosiguen abiertas -poniendo término al período de mayor voluntad en cuanto a impulso de mejora y erradicación del atraso secular histórico en España, con la Segunda República-; si no hubieran preservado, aun resultando aconfesional nuestro Estado, de acuerdo con la Constitución que tanto afirma defender como emanación de su propio ser, un estatuto jurídico y fiscal privilegio, arbitrario e injusto para la Iglesia Católica -mediante el Concordato con la Santa Sede, amén de las inmatriculaciones de bienes comunes en el ámbito municipal, gracias a una normativa de 1948 que los sucesivos gobiernos no quisieron derogar-; si no hubieran destinado ingentes millones de euros de los Fondos Europeos de Desarrollo concebidos para la industrialización y la inversión educativa y productiva de Andalucía a lo largo de casi tres décadas en conceptos manifiestamente ajenos a los debidamente indicados y pertinentes; y, así, con muchos otros ejemplos fácilmente identificables, Podemos no habría siquiera existido como fuerza política. Porque ello habría significado que el PSOE hubiera cumplido su cometido fundacional: la representación y defensa, en las instituciones, de las clases trabajadoras de las que se ha olvidado por una pretendida captura de un centro tan tentador y goloso como indescriptible empíricamente. Pero el PSOE se ha afanado en pos de tan anhelada meta final, que ha terminado descarrilando y surcando la autopista emprendiendo el sentido contrario, en una huida sin retorno que no le va a conducir más que a su suicidio incontrolable.
En fin, ellos verán. No revestiría importancia alguna de circunscribirse tal error a la continuidad en sus puestos de la cúpula dirigente del partido, o de sus militantes, simpatizantes y afiliados. Podrían, perfectamente, sobrevivir a las acechanzas de la vida, en medio de su distinción privilegiada frente al común de los mortales, sin el concurso providencial de un partido que les ha servido instrumentalmente como covachuela (o, vulgarmente expresada, ubre a la que asirse como medio de supervivencia), o expectativa de medro puro en lo personal (puertas giratorias así lo confirman). Pero el imperativo de la justicia social resulta tan acuciante e impostergable en España, que no propicia sino sonrojo el desdén, rayano en la indiferencia, con la que estos tocados por el halo de la fortuna y el destino de una vida confortable arrojan sobre los más necesitados y quienes apenas pueden permitirse pervivir con mínimo decoro (y ni aún así) la divisa y tarjeta de presentación con la que se retratan dejando a los demás desvalidos, esparciendo sobre la atmósfera nacional el componente del que más se nutre en número nuestra tan conocida piel de toro: la espiral del silencio.
Un cordial saludo.