Veamos...
Buenos días,
Iba a emitir mi impresión personal acerca de todo cuanto apuntabais con anterioridad a lo largo de este post, pero he procedido a la lectura de algunas entradas y, sinceramente, no quepo en mí de asombro y estupefacción, y he optado por abstenerme de ello. Matizaré algunas aclaraciones:
1. No soy miembro, ni me encuentro relacionado, por activa o por pasiva, con Podemos y/o confluencias varias. Sí he recibido ofrecimientos a fin de colaborar con ellos, sin remitirles respuesta. ¿Por qué? Porque no me convence el modelo de organización que la izquierda alternativa está perfilando, cómo la está exponiendo ante la opinión pública, de qué forma se está procurando articular, así como la imagen que desea proyectarse ante el electorado ante sucesivas convocatorias electorales, o el hecho instrumental de pivotar candidaturas desprovistas de operatividad más allá de la conveniencia de aunar esfuerzos, en pos de la consecución de una prima electoral más ventajosa en circunscripciones inaccesibles para la obtención de un diputado. Yo actúo con suma prudencia y cautela, guiándome bajo la premisa que Antonio Cánovas del Castillo en el siglo XIX aplicó de "esperar y ver". O, como exponía Aznar a Arzalluz en su primera legislatura, "no me tiro a la piscina sin agua". Paciencia. El elemento definitorio que retrata a todo proyecto político, tarde o temprano, de un modo indeleble, es uno: el historial de voto. Podemos debe adquirir experiencia parlamentaria a nivel estatal para quedar definido y consolidarse, desarrollar sus estructuras políticas internas y, de ahí, expandirse. De los reveses electorales, de obrar con inteligencia y pericia, uno aprende.
2. Pablo Iglesias, con sus virtudes (que las tiene) y sus defectos (que también las profesa), no es el demonio rojo con cuernos y rabo que algunos parecen querer representar. Es más, en el seno de Podemos, un cuerpo multicéfalo, de múltiples cabezas, identidades y sensibilidades, él permanece ubicado en el medio. Personifica el pegamento adhesivo que aglutina a las restantes familias en la formación morada. Y, en mi opinión, momentáneamente y hasta que el tiempo político deponga y/o ratifique razones para ello, él es el cabeza de cartel más válido del que dispone la izquierda sociológica en España. El 26J se equivocó en su estrategia de comunicación: emuló a José María Aznar en 1996 con una campaña de perfil bajo, demasiado almibarada y, por tanto, poco creíble, en un intento que se ha tornado yermo de convencer a sectores más templados de la sociedad. Y a ambos les salió mal la jugada: el PP, en aquellos comicios, venció por la mínima unas elecciones que se habían previsto como un mero trámite ante un González acosado por la corrupción y el crimen de Estado, y a Unidad Popular le ha terminado acaciendo lo mismo, porque ambos candidatos, el de ayer (Aznar) y el de hoy (Iglesias) comparten un elemento común: su perfil político, más propenso a la confrontación, al duelo directo, a la polarización, a la agresividad canalizada hacia el adversario que tanto fervor ocasiona a su militancia y repudio a los alejados de la trinchera. Y como la imagen que irradiaban en ambas elecciones era totalmente la opuesta, a fin de maquillar su vertiente más áspera, fue captado dicho cambio de registro, por la opinión pública, como una jugada oportunista y poco fiable.
2. Podemos no es un partido comunista, ni derivados de dicha familia política (estalinista, trotskista, leninista, entre otros). Si lo consideran ustedes de tal guisa, eso significa que ustedes no han conocido hasta la fecha el proyecto político, económico y social de una formación de izquierdas al uso (¿producto de los años de gobierno del PSOE, que han inducido, quizá, a una cierta dosis de confusión?). De hecho, fue el partido con el mayor grado de respaldo de economistas de prestigio a nivel nacional e internacional en las últimas elecciones, gracias a su memoria económica. Véanlo ustedes con sus propios ojos. Y extracto de El País, medio no muy afín a Podemos:
http://politica.elpais.com/politica/2016/06/20/actualidad/1466423082_000471.html
3. No habré sino aclarado esta cuestión en círculo de amigos, en el trabajo, hasta a allegados familiares, pero, aun así, me hallo dispuesto a clarificarlo hasta la extenuación. Podemos no torpedeó la investidura de Pedro Sánchez. Fue el propio Comité socialista, en una reunión celebrada a fines de diciembre del pasado año, el que interpuso líneas rojas infraqueables al propio Sánchez (su Secretario General) que impidieran, de facto, su postulamiento a la Presidencia del Gobierno. De barones territoriales que gobiernan, por cierto, debido a Podemos (Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana). Un Secretario General, como Pedro Sánchez, que en 2014 fue designado para tal cargo con la mayor de las legitimidades en la historia del Partido Socialista, pues su designación no corrió a cargo de los delegados de cada Federación (como había sucedido hasta dicho cónclave), sino con el voto directo, por primera vez en la historia de dicho partido, de los militantes. Y, sin embargo, él no hizo (ni ha hecho) valer tal as en la manga, dejándose tutelar por sujetos aupados al liderazgo de sus agrupaciones autonómicas, algunos de ellos, por aclamación (como Fernández Vara). Un señor que no abandera las decisiones ni rige el timón de su partido, no puede hallarse en condiciones de encabezar el gobierno de España.
3. Podemos truncó el acuerdo PSOE-Ciudadanos, debido a que los socialistas invitaron a los de Iglesias al acuerdo... para ratificarlo, sobre las bases del programa de cien medidas suscrito entre los partidos rojo y naranja. Convirtiendo, así, como en tantas ocasiones a lo largo de la historia democrática (con Izquierda Unida) a la formación a la izquierda del PSOE en rehén de unas medidas continuistas en materia de regeneración democrática, economía y lucha contra la desigualdad. El PSOE quería, con ello, poner entre la espada y la pared a Podemos con su electorado, sabedor de que éste último estimaría como una traición la constitución de un gobierno seguidor de los postulados económico-fiscales y de política laboral que nos han abocado al precipicio, quitándose de en medio, en las siguientes elecciones, a su enconado archirrival. En Extremadura, ¿con qué grupo parlamentario ha pactado Vara los Presupuestos de la Comunidad? Con el Partido Popular.
4. Lo lógico y deparable hubiera residido en, si no se procuraba concitar la abstención, como mínimo, de los partidos nacionalistas periféricos (que, por cierto, obtienen representación parlamentaria con la misma dignidad y legitimidad que los restantes; ¿o acaso el electorado de estas formaciones es catalogado en términos de discriminación, de segunda categoría?), haber planteado el PSOE un acuerdo base con Podemos, incluyendo, más tarde, a Ciudadanos. Y estoy convencido de que Podemos no se habría opuesto de ningún modo, pues el marchamo del programa conjunto habría desprendido una pátina más socialdemócrata y de izquierdas que el finalmente presentado por Rivera y Sánchez.
5. No hay quien os entienda, de verdad. ¿Continuum izquierda-derecha, como ha venido siendo referencia en los esquemas de representación política desde el XIX, o el planteamiento arriba-abajo, defendido por el sector alumbrado por Errejón? Bien es cierto que la iniciativa segunda podría concitar eslabones de empatía, de solidaridades mutuas, de comprensión, entre grupos de interés y sociales ahora polarizados en bloques irreconciliables, partiéndose de la premisa del aparente grado de coincidencia en las necesidades que, como miembros de un colectivo dado, pudiéramos llegar a manifestar. Pero, tarde o temprano, la indefinición terminará haciéndole pagar a ese proyecto transversal su ambigüedad calculada en múltiples temas. Por ello, de nuevo, repito: nada como el historial de voto. En las páginas web del Congreso y del Senado, a nivel estatal, puedes contemplar la posición política adoptada por cada grupo en relación con el orden de día establecido en ambas cámaras legislativas. No puedes defender, a la par, simultáneamente, dos posturas irreconciliables. No confío en la filosofía de la gestión como dogma que la derecha neoliberal teorizó y ha conseguido ilustrar desde los 90. Porque tú, al tomar decisiones esenciales para la vida del colectivo, terminarás abogando en cada tema espinoso y clave, quién será el beneficiario y quién el damnificado por la medida emprendida en cada caso. En lo que sí creo, es en el gobierno inclusivo, relacional, según el cual grupos de interés plurales, diversos, movilizados en torno a una cuestión social definida como problema público de cualquier entidad, se reúna con el Ejecutivo a fin de contribuir, aportar sus ideas, proporcionar consejos y brindar cierto espíritu a las leyes presentadas como proyectos para su ulterior aprobación por el legislador. Pero siempre y cuando, preservando una coherencia ideológica firme y estable. Ello redundará en una mayor satisfacción de su base social y, por extensión, en una fortaleza partido-Gobierno-sociedad civil indiscutible en el éxito de una organización política. A saber: dominar el discurso, para así hegemonizar el sistema de partidos. Que la ciudadanía se exprese en asuntos púbicos en los términos en los que el partido lo hace, neutralizando a la oposición, en ciclos de éxitos estables, duraderos y proyectados al medio y largo plazo. Así lo hicieron los socialdemócratas escandinavos y, sí, el PP, en España, desde los 90. ¡Ah! Y lo que le falta a la izquierda es más mala leche, coloquialmente hablando, de la que le sobra a la derecha. ¿De qué os podréis quejar de la izquierda, si en España actúan como unos corderitos indolentes?
6. Si lo que de veras se pretende es desideologizar a la izquierda, para que hable de "gestión" (sic), por un cierto complejo de inferioridad ante las instancias de opinión mayoritarias, cesando de arriar las esencias idiosincrásicas de esta tradición política en aras de encajar con un público centrado en componentes de tipo visual, en imagen de diseño y en cuestiones vacuas, haced como el M5 Estrellas en Italia. Un movimiento político diseñado para fragmentar el sistema político impidiendo la gobernabilidad, al haber sido capaz de contraer el respaldo de la clase media urbanita con el 'no' por respuesta, otorgando a la política la ancilaridad que las fuerzas del mercado tanto han anhelado para dejarla inerme y campar a sus anchas, en una situación crónica de impotencia. En las últimas municipales en Turín, se impuso el M5E. Bien. Derrotó a los dos grandes partidos tradicionales. Pero... ¿quiénes votaron al M5E? Los ex-electores del Pueblo de la Libertad de Berlusconi (de derecha).
7. No creo en la corrección política. No soy un contemporizador. Suele ser empleado por quienes no desean que una sociedad se pronuncie acerca de temas definidos como tabú por la estructura de poder, o sensibles para determinados colectivos. A mí, o quienes me hayan leído, me conoceréis con la crítica mordaz hacia la realidad social de nuestro tiempo, pero nunca, repito, nunca, habréis extraído de mí insulto o descalificación de ningún género. Por eso no entiendo el afán que albergan algunos de ustedes en etiquetar como una cuestión desprovista de interés, o de 'vivir en el pasado' problemas públicos que, aunque no los padezcan, existen grupos de interés afectados sensiblemente por ello y que merecen tanta atención y respeto como vosotros, en nombre de la mayoría desde la que afirman pronunciarme. Y sé que hacéis alusión a la Memoria Histórica.
8. No es problema de los familiares de las víctimas (o de ellas mismas, pues aún sobreviven en algunos casos) el hecho de que en España se aplique con lentitud la Ley encargada de reparar los daños morales, económicos y físicos sufridos en dicho período de nuestra historia, sino de que las heridas nunca se han cerrado. No que pretendan abrirse de nuevo. En Alemania, en Italia, en Argentina, el asunto fue abordado sin disgresiones. España, como Somalia, ¡sí, Somalia! aún contiene una deuda pendiente con una historia de la que no pretende acordarse, ni asumir reponsabilidades.
9. Último apunte: a veces, extraigo la sensación, leyéndoos, de que querríais el sistema político vigente si éste no permaneciera enfagado por la corrupción. Como si la calidad democrática del país no resultara manifiestamente mejorable -consultas populares a la usanza suiza o estadounidense; mandato revocatorio; listas abiertas (salvo en el Senado, que sí se contempla, pero no se practica-, ni España se caracterizara, históricamente, como en los países del sur de Europa, por su gasto público social (y por habitante) reducido, en relación con su potencial de desarrollo económico, ni por su déficit del Estado del Bienestar, ni por el escaso reconocimiento de una de sus perlas más preciadas: su plurinacionalidad, ni por el exiguo peso de su sector público en empleo directo e indirecto (pese a los burófobos). Pues, amigos... para tales alforjas, votad al PSOE.
Un cordial saludo.