Reflexiones personales posteriores al 26J
Claves en la cita electoral del pasado domingo, día 26 de junio:
a)
La tasa de participación más reducida de la serie histórica (desde 1977, en proporciones similares al año 2000. El voto expatriado lo hará empeorar, si cabe, en mayor medida). Se confirma: el abstencionismo cronico es de izquierdas.
b)
Unidos Podemos, más de un millón de votos menos que IU, Podemos y las confluencias el 20D: el partido de Pablo Iglesias ha perdido electores desideologizados temerosos del acuerdo con Garzón, así como de sufragistas del ala dura de Izquierda Unida contrarios a la suma de siglas en una lista común. Exactamente el mismo síndrome que el manifestado en las elecciones de 2000, cuando el PSOE de Joaquín Almunia y la Izquierda Unida de Francisco Frutos se avinieron (sin conseguirlo, salvo en algunas circunscripciones al Senado) a forjar un acuerdo para un gobierno progresista frente al PP de Aznar. ¿Resultado? Mayoría absoluta de los conservadores, al reactivarse el voto en circunscripciones de predominio derechista, asistiéndose al desánimo cundido entre los votantes de centro-izquierda ante los recelos mutuos por un "quítame allá esas alforjas" de presunto purismo ideológico denegado, por supuesto, a su correligionario.
c)
El PSOE pierde en Extremadura y Andalucía. De los cinco escaños perdidos por el PSOE, Susana Díaz ha sido responsable del menoscabo en tres de ellos.
d)
La realidad sociopolítica de Catalunya, el País Vasco y el resto de España habla a las claras del antagonismo de dos sociedades, cada vez, más diferenciadas, abocadas a la irreconciliable separación. Ése supondrá el legado que nos brindará a los españoles la derecha (por su cerrilismo nacionalista español radializado en Madrid, negador de la plurinacionalidad) y la miopía creciente de los socialistas, incapaces de brindar una alternativa territorial viable para todas las partes en conflicto.
e)
En las CCAA del cambio político de mayo de 2015, y en los ayuntamientos gobernados por la izquierda alternativa, el orden se ha restituido: el PP comanda con holgura tales plazas. A poco que se descuiden aquéllos, los conservadores recobrarán el lugar perdido en unos años.
f)
Los abstencionistas de derecha de 2015 que le negaron con su papeleta el aval de refrendo al gobierno de Mariano Rajoy en estos cuatro años de andadura, han vuelto. De ahí el crecimiento lineal experimentado por los populares en la práctica totalidad de las circunscripciones del país.
g)
La derecha española jamás decaerá por debajo del 25% del voto válido medio (en torno al 18% sobre censo) en nuestro país. Es su suelo, del que no se columpia desde 1982 y no lo hará nunca. La cuestión a dilucidar no estriba tanto en la condición sempiterna del PP como fuerza más votada a pesar de lo diluviado y de su gestión tan magra en resultados y actitudes cívicas, sino en la motivación por la que no se descabalga del escalafón más elevado del podio desde las europeas de 2009 a nivel estatal, y en muchas Comunidades Autónomas y municipios urbanos desde 1995: el enorme agujero negro existente a su izquierda, en un espacio político ocupado antaño en exclusiva (con leves cohabitaciones -CDS, UPyD- testimoniales) por el Partido Socialista en un esquema típicamente bipartidista y, ante el desnortamiento ideológico de éste último, copado por hasta tres fuerzas manifiestamente confrontadas entre sí en un horizonte infinitamente más fragmentado. Ha sido el pasaje conocido en Escandinavia hasta muy recientemente (desde 1945 hasta fines de los noventa), cuando los socialdemócratas eran el partido ómnibus, aventajando en más de diez puntos a los de signo liberal-conservador, debiendo éstos, únicamente, desalojarlos del poder coaligándose a la desesperada.
No será citado en los libros de historia, pero España ha desperdiciado una oportunidad histórica, qué duda cabe de ello, inigualable y, quién sabe, si irrepetible, de pasar página a un sistema político, económico e institucional caracterizado por la desigualdad estructural, la corrupción sistémica, la baja calidad democrática, la escasa sensibilidad de la pluralidad territorial de nuestra rica multiplicidad de costumbres e historia arraigada de nuestro sentir colectivo, así como la pérdida de crédito de unos responsables políticos que, más que custodiar el interés general, se han dedicado a ejercer de correa de transmisión de poderes transnacionales desprovistos del más mínimo y elemental sentido de la legitimidad otorgada por la máxima expresión de la soberanía popular: el voto otorgado como un contrato social de ciudadanía, vigilante, expectante y dinámica frente al gran cáncer endémico de nuestro tiempo: el abuso de poder y de dominación sobre los más vulnerables.
Preocupa, sin soslayo alguno,
la escasa capacidad de autocrítica y de conciencia social frente a los más vulnerables (víctimas de sus políticas) existente en la derecha sociológica española, a la que hay que felicitar por su apabullante victoria. Mi enhorabuena por ello.
Consterna la incapacidad del Partido Socialista Obrero Español de reconocer, siquiera, algún elemento de error, fallo, imprudencia o desconexión de sus estructuras de partido con la que, no mucho tiempo ha, fue parte de su base social, hoy abandonada a su suerte y abocada a la intemperie de la incertidumbre.
Deprime que casi un 35% de los electores censados estime más prioritario en su escala de valores vital la estancia en la terraza, que el estricto ejercicio de sus derechos cívicos, máxime en un contexto de emergencia social como el que define a nuestro pueblo.
En la noche de hoy, algo ha quedado meridianamente claro: agradezco la labor de Izquierda Unida, habiendo asumido el compromiso histórico de coaligarse con las restantes fuerzas a la izquierda del PSOE, a fin de protagonizar el proceso de toma de liderazgo de la izquierda sociológica española por delante de los socialistas, y forzar a éstos, en una entente común de gobierno, a virar hacia los postulados socialdemócratas que han conllevado abandonando desde tiempo inmemorial. Pero
una gran parte de sus electores no ha respondido a la urgencia del reto histórico planteado. Ellos sabrán a qué atenerse.
En fin. En todo proceso de elección de representantes en nuestras instituciones, se suelen cumplir tres premisas básicas:
producir gobierno, legitimidad y representación. Los españoles han hablado, se han expresado y han quedado retratados. Todos, sin excepción. Ya no cabrán albergar excusas de ningún tipo ante lo presenciado en la noche de hoy. Que el Partido Popular mueva ficha y se asista a la apertura de la legislatura con un gobierno mínimamente estable que permita poner término a la interinidad que conlleva padeciendo el país desde fines del año pasado. Desde la oposición, y con una derrota (o dos, según se mire) a cuestas, pueden extraerse las lecciones pertinentes para enmendar y corregir errores, paliar defectos, pulir aristas imprecisas, depurar postulados programáticos, consolidar alianzas y, de cara al futuro, presentarse un proyecto, aún, si cabe, más robusto y consolidado que en los últimos meses. De un desengaño se puede aprender, y mejorar. Sólo habría que perseverar en el camino emprendido.
Pero, amigos míos, y como reflexión estrictamente subjetiva, en resumidas cuentas, debo afirmar que España cansa. Y mucho. No me extraña en absoluto que muchos ciudadanos en algunas partes de la geografía de la piel de toro deseen partir de ella sin remisión. Yo, cada día, albergo menos pretextos con los que disuardirles de emprender tal acción. He dicho.
Concluiré mi departición con un aforismo con el que muchos ciudadanos se sentirán parcial o íntegramente identificados:
"Hoy hay dos tipos de personas en España: los derrotados y los que no saben que han perdido".
Un cordial saludo, y dos columnas de opinión ilustrativa en relación con el asunto abordado sobre estas líneas.
http://www.infolibre.es/noticias/op..._pasaba_por_alli_gano_carrera_51780_1023.html
http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2016/06/28/la_caida_podemos_51785_1023.html