Factores clave de cara a las elecciones del 26J
Factores a tener en consideración de cara al 26J
a) Cuanta menor participación se registre en la jornada de apertura de los colegios electorales, peor les irá al PSOE y Ciudadanos. En la actualidad, se prevé una movilización algo inferior a la experimentada el 20D (fue del 73%): entre el 69-71%. ¿Por qué? Muy sencillo: el elector socialista es el que permanece de cara a la cita ante las urnas más desincentivado a la hora de personarse el domingo, día de los comicios; sus homólogos de Ciudadanos son, en cambio, los que presentan una mayor indecisión a la hora de consolidar su decisión de abogar por la formación encabezada por Albert Rivera.
b) Detecto indicios de polarización creciente en la contienda, de similar calibre a los vislumbrados en las elecciones municipales del año pasado en la villa de Madrid, entre el Partido Popular y Unidos Podemos, en detrimento de PSOE y Ciudadanos, que pudieran propiciar un cierto vuelco en la configuración del sistema de partidos en España, de signo alterado en relación con la caracterización adoptada desde 2015. De un cuatripartidismo simétrico se transitaría hacia un modelo compuesto por dos bloques mayoritarios (PP y UP) sustentados por otros dos soportes a modo de bisagra (PSOE y C's). Un escenario que, aun no resultando idéntico, sí se asemejaría al vivido en 1977 y 1979 tras la celebración de las dos primeras consultas electorales tras la Transición democrática.
c) Contemplo al Partido Popular rondando el 30% de los votos válidos emitidos, obteniendo dicha prima a costa de Ciudadanos, haciendo lo propio Unidos Podemos (25%) en perjuicio del Partido Socialista, el cual se hallaría por debajo del suelo anímico del 20%. Mucho cuidado para la formación de Albert Rivera, puesto que una pérdida de uno o dos puntos (de un 13,9% en diciembre, a un 10-12% en junio), podría traducirse en una merma de muchos escaños en circunscripciones altamente competitivas en su disputa con otros partidos (fundamentalmente, en las que deben repartirse menos de seis). Un fenómeno que ya contrajeron históricamente organizaciones como IU en el conjunto del territorio español (o el Partido Andalucista en Andalucía), dada la dispersión de su base social y electoral, lo cual las penalizaba frente a la concentración prototípica de otras, como las nacionalistas periféricas.
d) ¿Podría Unidos Podemos aspirar a la victoria electoral, contraviniendo todos los pronósticos establecidos? Sí, de atraerse el respaldo del denominado votante 'instrumental' del que, desde 1993, el PSOE se había venido nutriendo como cajón de sastre, a fin de constituir un grupo sociológicamente heterogéneo y diverso, aunque afín en lo tocante a un propósito común: su animadversión al Partido Popular. El conocido como voto útil. Tendría, como mínimo, para ser primera fuerza aun por la mínima, que convencer a los electores que en su día introdujeron la papeleta del PSOE en 2004 y 2008 con Zapatero de que la vía más práctica y efectiva de imposibilitar la reedición de un gobierno de derechas residiría en cambiar de caballo ganador, y abogar por Unidos Podemos.
e) Pero a Unidos Podemos no le bastaría simplemente con protagonizar una remontada a todas luces contraria, hoy en día, a lo predecible, rebasando a los socialistas en votos y escaños (dicha posibilidad, en la actualidad, bastante factible) como segunda fuerza, sino superando a lo populares como fuerza más votada. Debería, como requisito sine qua non para incrementar exponencialmente sus credenciales para la investidura de un gobierno eventualmente encabezado por Pablo Iglesias, que sumar más actas en el Congreso que el PSOE y Ciudadanos (conjuntamente).
f) ¿Razón de la última hipótesis esgrimida? Porque me hallo preclaramente convencido de que los socialistas no ungirán a Unidos Podemos con el aval de su voto favorable en la sesión encargada de la formación del Ejecutivo emanado de las urnas, ni aun siendo éstos últimos máxima expresión electoral de la izquierda en España por delante del PSOE. El nuevo Secretario General (que no será, sin duda, Pedro Sánchez, depuesto tras la hecatombe que se presagia entre bambalinas para ellos para el día 26) expondrá una tesis tan peregrina como indecente para cualquier ciudadano biempensante (no obstante, conociendo a los socialistas en los últimos años de andadura en términos de estrategia política y electoral, cabría aguardar no llevarnos conducidos sino a elementos de sorpresa mayúscula, mayores que las anteriores): fraguar un nuevo acuerdo con Rivera, personificando una entente PSOE-C's superior en escaños a Unidos Podemos. Con lo cual, plantearían a las huestes de Pablo Iglesias la disyuntiva (otra vez, como en marzo con la iniciativa frustrada de Sánchez) de secundar dicho pacto de modo favorable (o con la abstención) para impedir la continuidad del Partido Popular en la Moncloa, o bien de desestimarlo. De resultar la segunda de las condiciones, los socialistas confinarían a los españoles, por tercera vez, a unas elecciones generales en poco más de medio año, por una simple (y cobarde) indefinición a la hora de clarificar su posicionamiento en el nuevo tablero producto de las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que se han cristalizado en nuestro país en los últimos tiempos, y que han terminando desembocando en la voladura del sistema clientelar bipartidista, así como en la puesta en cuestionamiento de temáticas erigidas no mucho tiempo ha como tabúes en el conjunto de nuestra sociedad: desde la forma de gobierno, la legitimidad de nuestros representantes, la corrupción endémica del propio sistema político y su maridaje financiero-mediático, el encaje de las múltiples y plurales identidades territoriales en el conjunto del Estado, etcétera.
g) En suma, el escenario que va a abrirse paso ante nosotros el 26J recuerda, invariablemente, al producido en Grecia en el ciclo 2012-2015, en los años en los que Nueva Democracia garantizó sus victorias apelando a la aversión al riesgo de una parte de la ciudadanía ante la incógnita de una opción como Siryza (hoy Unidos Podemos), actuando como cajas de resonancia los principales medios de comunicación y el poder financiero presagiando todo tipo de cataclismos de consagrarse el triunfo de una oferta electoral y programática alternativa al discurso único neoliberal. De nada les sirvió: Siryza se impuso ante el descrédito de unas recetas que no han ocasionado sino hambre, destrucción, pobreza y muerte por la inercia natural de los hechos indelebles. Y lo mismo tendrá lugar en España.
h) Unidos Podemos, de lo que tendrá que resguardarse, de gobernar, será de lo siguiente: no emular al Alexis Tsipras que conlleva desde julio de 2015 gobernando en el país heleno habiéndose desdicho por completo de cuanto se había contenido en su contrato suscrito con quienes depositaron su confianza en el proyecto que presentó en su momento, habiéndolo cercenado poco más tarde, para regocijo de los acreedores internacionales y de una Troika que terminó fagocitando las esperanzas que se habían alumbrado en la cuna de nuestra civilización. De ser hoy llamados a expresarse los ciudadanos griegos, Nueva Democracia se alzaría con el triunfo por mayoría absoluta, perdiendo Siryza algo más del 30% de su representación. Poco ha perdurado la alegría, pues, en el Acrópolis.
i) Además, Unidos Podemos se enfrentará a un reto, cuanto menos, sesudo y ambicioso: un win-win (o un lose-lose). De asumir las riendas del Ejecutivo, deberá hacerlo con eficacia y éxito. De saldarse de modo negativo su estancia en el mismo, el retroceso electoral y en popularidad afectaría, por igual, a casi todas las expresiones de la izquierda sociológica en España. Por lo tanto, la izquierda, como proyecto político en nuestro país, se hallaría seriamente comprometida ante la inexistencia de cualquier otra organización progresista capaz de canalizar el descontento ciudadano frente a la derecha.
Un cordial saludo.