Muy buenas,
Nada más que alegar a lo apuntado por Absenta. Yo también procedí, meses atrás, a la reserva anticipada del libro, a fin de completar bibliográficamente la visión, ya de por sí abundante y prolija, dispuesta -en el plano estrictamente artístico- por la obra All the Songs (2018), pero, en esta ocasión, centrándose en la clarificación, con evidencias en la mano desde las que iniciarse una aproximación investigadora mínimamente rigurosa y racional, de las polémicas y controversias que han sacudido a Michael como personaje público desde 1993, alcanzándose su punto más álgido en lo que conllevamos de año.
Tal y como comentaba, encargué la compra del volumen, como consecuencia de algunos episodios desagradables registrados en mi esfera personal en los últimos tiempos (con allegados, amigos y compañeros de profesión), los cuales me han costado la continuidad del contacto con algunos de ellos, la ruptura de relación con quien proyectaba, a priori, consagrar el resto de mis días en su inseparable compañía, o el desprestigio en el entorno de trabajo. Sí, por una razón tan singular e inimaginable en pleno siglo XXI, como la consistente en creer en la inocencia de quien ya ha sido condenado de antemano mediáticamente por los sanedrines del clickbait, el juicio sumarísimo de las tertulias de opinión -trufadas de opinadores de todo y sabedores de la nada- y de los presuntos apologistas de un movimiento que cree, con este caso, redimir los excesos del pasado en un universo tan turbio y opaco como el del star system estadounidense, errando el tiro en el camino.
Pero ésta, y no otra, es la sociedad que ha venido siendo moldeada, a base de décadas de encuadre, desinformación acerca de lo esencial, e información abusiva en lo etéreo y superficial, para deleite y regocijo del gran maridaje de nuestra era histórica: la política, los mass-media y las finanzas (las cuales controlan, a su modo, las dos primeras). Vertebran la agenda, los temas que la ocupan, quiénes la protagonizan, los chivos expiatorios a los que estigmatizar, y, finalmente, los personajes-modelo, o movimientos-fetiche, a los que nutrir de presencia en la pantalla, cuanta más velada y subliminal mejor, mientras comporten utilidad a quienes manejan el escenario entre bambalinas, sin ser directamente percibidos por un público cada vez más próximo al descrito atinadamente -y con tanta anticipación, con carácter distópico- por George Orwell en 1984, o por Aldous Huxley en Un Mundo Feliz.
Mi enhorabuena a los artífices del proyecto, confiando en que la repercusión del mismo pueda compensar, con creces, la ingente cuantía de horas invertidas en tal empeño, tanto o más meritorio por el hecho de no haber recibido el padrinazgo de quienes, en teoría, tendrían que velar por la salvaguardia del legado de la persona objeto del agravio y, en cambio, permanecen sumidos en su particular astenia, prolongada desde tiempo inmemorial, en quehaceres tan trascendentes como el de la reedición del décimo aniversario de This Is It (hagan valer mi ironía al respecto).
Un cordial saludo, y encantado de haberme reencontrado, a través de esta página, con todos vosotros. Ánimo, y mucha suerte.