Buuuuuuuuuenos diaaaas colegaas!! Primeramente, os dejo aqui el enlace de mi blog con una historia de amor y un poco de misterio que estoy escribiendo,si os apatece os invito a leerla,y se aceptan criticas (;
Destino: Los Ángeles
Si me permitis,os voy a poner aqui una historia que he escrito hace unos dias y me apetece ponerosla! No le he puesto titulo,porque eso no es lo mio
Ahi va!
Eran las once y media de la noche, una noche fría de mediados de otoño. Hacía algo más de cuatro horas que había comenzado a llover y el viento azotaba los árboles, dejando caer sus amarillentas hojas al suelo.
Me encontraba en mi cuarto leyendo un libro de uno de mis autores favoritos cuando sonó el móvil, rompiendo el silencio que invadía la habitación. Era una llama de mi primo Néstor, dándome la triste noticia del fallecimiento de la tía Gladis. Su voz estaba apagada, pero se notaba firme a la vez.
Quedamos en la mansión donde vivía la tía, donde nos criamos cuando éramos pequeños, a las doce y cuarto de esa misma noche para reunirnos con el resto de la familia y hablar de lo que allí había sucedido. La tía Gladis sobrepasaba ya los sesenta años, con ella me había criado durante cuatro largos trimestres, a causa del repentino fallecimiento de mi padre que tanto dolor nos causó. Siempre se portó muy bien conmigo, me ayudaba en todo, y era una persona a la que la conocía y adoraba todo el pueblo. Puedo decir que de ella heredé mi escepticismo, pues aún hoy en día me cuesta muchísimo creer algo que provenga de una boca ajena, supongo que es causado por la infancia que viví.
Mi primo Néstor era una persona sensata y tenía una simpatía muy especial. Trabajaba de entrenador personal y apenas tenía dos años más que yo. Había ganado varias carreras por la ciudad, y se podría decir que estaba en plena forma. Era mi único primo, y nos teníamos un mutuo afecto muy grande. Juntos habíamos pasado la adolescencia y me dio mucho amor cuando sucedió lo de mi padre. Últimamente habíamos estado un poco separados por culpa de los viajes que tuvo que efectuar debido a su trabajo.
Cogí mi coche y llegué puntual a la mansión de la tía, y aparqué el coche detrás del de mi primo. Vista de noche, la casa tenía un aspecto un tanto lúgubre. Pasé por el oscuro portal con el apellido de la extirpe en letras cursivas y contemplé que no había cambiado mucho, tan solo el muro tenía una abertura al parecer echa a propósito, y me alegré al ver que seguía estando bajo la ventana de la habitación de los tíos el viejo limonero que me daba cobijo cuando era pequeña y el sol apretaba.
Ya estaban casi todos sentados en la mesa ovalada en la que hacíamos las reuniones familiares e iluminaba la misma lámpara de cristal de siempre. Mi tío, en la cabecera de la mesa, no paraba de llorar, al igual que la abuela, cosa que me apenó más. Aún faltaban mi madre y mi tío mayor, seguramente debido a la mala señalización de las carreteras que provocan colas de retención. Me senté al lado de mi primo que parecía haber reservado aquel sitio para mí y que amablemente retiró la silla para que me sentara. En el silencio sepulcral que allí reinaba, se oyó como un mercedes aparcaba en el borde de la acera. Había llegado mi madre acompañada de uno de mis tíos al que casi nunca veía, pues trabajaba mucho y no le entusiasmaba tener visitas. No estaba casado, tampoco tenía hijos y vivía solo. Era el hijo mayor, y el más raro, a mi parecer. No solía llamarte, ni felicitarte por tu aniversario, tampoco tomaba ninguna iniciativa en torno a ver a los familiares de nuevo y tan solo se reunía con nosotros en ocasiones muy especiales… Con él venía un chico joven que lo presentó como un compañero de trabajo que normalmente le hacía compañía. Mi tío tenía un gesto sumiso y estaba de brazos cruzados. Me llamó la atención que en su mano derecha se reflejaba un reloj de oro. Supuse que se equivocó al ponérselo con las prisas, así que no dije nada y pasé aquel detalle por alto. Le di dos besos a mi madre, y el también me los dio, aunque parecía hacerlo obligado.
Comenzó hablando Néstor, y nos explico que la tía Gladis había fallecido aquella misma mañana a las diez en punto. La había encontrado la asistenta que le habían asignado en el ayuntamiento a raíz de su discapacidad. Ella le ayudaba en las tareas de la casa y le hacía la comida. La tía Gladis se encontraba en su habitación, tumbada en la cama, con signos de violencia; marcas en el cuello y muñecas, y las claras heridas de un cuchillo, los ojos cerrados y con su reloj en la mano derecha. Las marcas parecían estar hechas con una cuerda o algo parecido, pues se notaba perfectamente el trenzado del objeto. Justamente así fue como encontró mi madre a mi padre; a la misma hora, en el mismo lugar, con las mismas marcas y con el reloj en la mano derecha, creo recordar. Toda la familia estaba desolada. Las miradas se notaban cabizbajas, y se podía escuchar el mudo silencio de los que no estaban llorando.