Resulta indudable cuánta importancia comporta, para el juicio que podamos verter acerca de un elemento tangible y presente en la realidad, la percepción que sobre él pueda cultivar la suma conjugada de un entorno y un contexto singularizados, hasta llegar a determinar -y condicionar- la propia naturaleza del mismo, alterando su significante y significado.
Esa máxima, aplicable a Michael Jackson, se traduce en que el efecto de impregnación, persistente y continuado a lo largo de los años, que algunos medios de comunicación de calado sensacionalista han ido inoculando sobre las volubles y manipulables mentes del espectador, sean las imputaciones sobre su figura verídicas o no, falaces o, simplemente, medias verdades, ha terminado desembocando, paradójicamente, en un cuestionamiento, no solamente personal, sino también asociado a sus aptitudes artísticas y méritos derivados de su postrera trayectoria profesional, hasta el punto de correlacionar una suerte de declive general, el cual, si nos abstraemos de nuestras inclinaciones marcadas, ineludiblemente lastradas por nuestras filias y fobias, esto es, nuestra inseparable subjetividad, no puede sino distar enormemente de un diagnóstico certero y riguroso de los hechos.
Así, una idea, acontecimiento, pasaje, hito o vivencia ocurridos en un relativo momento de la historia de cada individuo y/o colectivo, puede ser encumbrado a los altares, o desterrado a la fosa séptica de la peor de las suertes, la indiferencia general, en base a la imagen, o impresión, que de los protagonistas se tenga, hasta llegar a deformar la nitidez del cuadro que contemplamos, o el espejo ante el que nos miramos, proyectándose una impresión distorsionada, en un sentido favorecedor o, por el contrario, poco venturoso para el que lo sufre y padece.
De Off the Wall, Thriller, Bad y Dangerous, más que por su contenido -que también-, el subconsciente de quienes fueron testigos de sus lanzamientos en la época, o de su redescubrimiento posterior, y se documentaron en torno a su vida y obra -aun con carácter póstumo- retiene de ellos una valoración tan sobresaliente, en gran medida, auspiciada por las vibraciones positivas que, en lo vital, Michael irradiaba, hasta 1993, como personaje público cuasi universalmente aclamado, ídolo de masas y referente cultural pop en dicho período histórico, encuadrado en el último tercio del siglo XX.
En HIStory -añádanse el quinteto de temas del frustrado EP Blood on the Dance Floor, e Invincible-, sin embargo, y a resultas del revés mediático ocasionado por el caso conocido sobremanera por todos, esa noción que el público portaba de él, globalmente bien considerada en términos de estimación, viró hacia la polarización encontrada, en forma de dicotomía irresoluble entre partidarios acérrimos y detractores irredentos (muchos de los cuales sucumbieron a la moral del converso, habiendo sido antaño seguidores entusiastas), sumándose a este último grupo más y más adeptos conforme iban sucediéndose los años, hasta mediar su trágico desenlace.
Por ende, es inevitable que ese goteo incesante de negatividad haya ido incidiendo sobre el ánimo de la opinión pública, incluso sobre su audiencia fiel, hasta hacerles extraer la conclusión, para nada ajustada a cualquier afán de ponderación, de que hubo una debacle personal y musical, cuando todos somos conscientes -o deberíamos saberlo, aun en nuestro fuero más íntimo- de que sí existió la primera, bastante pronunciada y alarmante desde 2000 - de lo contrario, de no haber tenido lugar, hoy, muy previsiblemente, continuaría con nosotros-, pero, en absoluto, negar la mayor en lo tocante a la segunda: Michael Jackson, de cualesquiera otros bagajes no podrá presumir, pero sí -y con creces- de habernos deparado una hoja de ruta discográfica impoluta y sin borrones en su dilatada trayectoria, poco prolífica -en número, quizá-, pero, por contra, de quilates, selectiva, lógica en su desarrollo y evolución, y, en suma, muy bien meditada.
Porque, si trascendemos nuestra mirada más allá de la neblina que nos imposibilita ver el bosque que anida más allá de su manto, nos daremos cuenta de que, en efecto, HIStory presenta una serie de rasgos de los que otros previos, tan adulados, carecían, producto de la mayor experiencia y recursos acumulados a lo largo de décadas de incursión en el medio. Y que, necesariamente, debemos estimarlos en grado sumo, cada uno a su manera, como parte de un todo.
Y ese todo, amigos y amigas, nació de la fuente de inspiración del mismo hombre, acompañado en tal faceta por un equipo de colaboradores muy cualificado y versátil, quienes, entre todos, hicieron posible una misma meta común: hacer historia y, de paso, hacer de nuestras vidas un poco más llevaderas y disfrutables, en medio de tanta ciénaga, turbación y peligros que nos acechan y agolpan cada día, como parte intrínseca de nuestra cotidianidad.