Mi vida está llena de recuerdos ligados a Michael. Pero no siempre han sido buenos momentos, ha habido de todo
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El recuerdo más amargo que guardo fue cuando Michael anunció su vuelta a los escenarios. Sí, ya sé que ese fue un momento maravilloso, esperadísimo, del que todos guardáis recuerdos geniales. Pero yo recibí esa noticia en el peor momento de mi vida. Yo estaba cuidando de mi madre que estaba ingresada en el hospital con un cáncer que estaba acabando con ella, después de más de un año de una lucha durísima, cuando Michael anunció los conciertos. Mi madre que lo vio me dijo: Hija, tienes que ir, no dejes de ir, tenéis que ir todos a verle. No te preocupes por mi porque yo ya voy a estar bien (siempre que le preguntaba cómo estaba me decía: hoy mejor, y mañana mejor todavía, ya verás, ella siempre trataba de protegerme). Y yo le decía: Sí mamá, claro que iré, no lo dudes, parece mentira que no me conozcas.
Pero nada de eso. No pensaba ir. No me preocupé de cuándo saldrían las entradas, ni por nada de nada. Los médicos me habían dicho que no había nada que hacer y que el cáncer avanzaría muy rápido, que era cuestión de días. Falleció doce días después de que Michael anunciase sus conciertos. No le quise decir lo que pasaba, ella sabía lo que tenía, pero no quise decirle que ya no había remedio. Me pareció que su mochila ya estaba demasiado cargada para soportar más peso y decidí llevarla yo sola. No le dije nada y se lo oculté. Nunca voy a saber si hice bien o mal. Traté de evitarle el sufrimiento de saber que se iba a ir. Y se fue sin saber que se iba. Me costó muchísimo trabajo el hacer eso. No sabía si iba a poder disimular todo el tiempo el dolor y hacer como si no pasara nada y decirle todo el rato que se iba a curar.
Esos días pensé mucho en Michael. Me impactó mucho el volver a verle, el ver que volvía. Su fuerza, su valentía para levantarse después de tanto daño como le habían hecho. Michael nunca dejaba de sorprenderme. Sí, su fuerza su valentía me sirvieron de ejemplo para sacar fuerzas de flaqueza. Pensé mucho en él. Demasiadas horas en el hospital, demasiadas horas sin dormir por las noches, demasiado tiempo para pensar. Esos días fueron muy largos y muy duros.
Quería decirle a mi madre que la quería. Recordé que desde pequeña no se lo decía. ¿Por qué hacemos esto? No le decimos a la gente que queremos cuánto la queremos. ¿Por qué? Quería decírselo, y un día se lo dije, le dije simplemente: Mamá, te quiero mucho. Ella miró para otro lado y dijo como si tal cosa: Hombre claro, ya lo sé hija. Me dejaron pensando esas palabras porque no sé hasta qué punto yo conseguí engañarla, siempre me quedará la duda de si ella sabría lo que le pasaba o no. Me dio la impresión de que ella disimulaba también para que no me diera cuenta. Nunca sabré quién engañó a quién. Y no tuve valor para enfrentarlo.
Le dije que la quería, y fue la última vez porque a los dos días se puso peor y tuvieron que sedarla, ya nunca más pude hablar con ella. Pero al menos se lo dije.
Michael siempre decía que el amor es importante, decirle a los demás que los quieres, es lo más importante. ¡Qué razón tenía! Nunca les decimos a las personas que queremos cuánto les queremos, y un día se van y ya es demasiado tarde. Y cuando eres tú el que te vas, lo único que de verdad cuenta es el amor que has dejado aquí, lo demás desaparece. Michael nos lo dijo muchas veces. A día de hoy, trato de tener esto muy presente, y espero que no se me olvide nunca.
Perdonarme, sé que es muy desagradable lo que os he contado y que seguro que preferíais que os hubiera contado una de esas historias graciosas mías que suelo adornar con smiles y que son un poco frikis, pero es que tengo días muy chungos, y hoy es uno de ellos. Lo siento de verdad. Y Pussy perdona, que tus post son siempre muy divertidos. Lo siento. Probablemente no esté haciendo bien, igual no tendría que haberlo contado, seguramente, pero lo necesitaba, aunque no sé muy bien por qué ni para qué.
Un abrazo a todos.