Buenos días,
En la jornada de anteayer, recibí ofertas de, hasta, al menos, siete personas, todas ellas interesadas en la adquisición del álbum Invincible, en formato de vinilo, el cual preservo en mi colección, datando el mismo de 2001, correspondiente a la edición estadounidense (E69200).
A pesar de no haberlo tasado en venta, tuvieron conocimiento de ello -quizá, a resultas de alguna filtración de algún amigo mío, un tanto indiscreto y muy poco parco en revelación de secretos y detalles-, y, por ende, se pusieron en contacto conmigo, a través de correo electrónico, a efectos de entablar negociaciones, las cuales, no había auspiciado bajo ningún concepto servidor de mí.
Pues bien; alguien se hallaba dispuesto a desembolsar hasta 370 € por tal ejemplar. ¿Cuál supuso mi reacción? Me negué a ello, naturalmente. Estimo, aprecio y valoro infinitamente en mi escala de valores otros atributos más allá de los estrictamente pecuaniarios, como, a modo de ejemplo, el valor sentimental que entrañó, para mi hermano, en su momento, la compra de tal disco. Y ello no puede ser contraprestado con nada en absoluto, por muy suculento y tentador que resulte todo afán de engatusamiento para deshacerme de una porción incalculable de recuerdos en mi vida como el señalado, a cambio de dinero.
Además, mi colección se hallará ineluctablemente abocada a ser pasto del disfrute de mis hijos y sobrinos, en cuanto disponga de ellos, en el futuro, para que sean testigos, junto a otros trabajos discográficos de otros artistas y grupos legendarios -enraizados en géneros tan dispares, como la música clásica, el blues, el jazz, el soul, el rock, el funk, el pop, o el R&B, comprendiendo las décadas de los cincuenta, hasta 2000, así como recopilatorios de los maestros del XVII (Bach), del XVIII (Mozart) o del XIX (Beethoven, Verdi)- (los cuales también detento, aparte de los de Michael), de la magnitud y alcance de la buena música.
Un cordial saludo a todos.